6.7.12

enunsegundo*



Ya está. Ya es hora.
Con la fuerza de la tormenta que desprende dudas desde sus huracanes, rayos, ventiscas y truenos; que ayuda a mirar de frente la abundancia de la "climatología" y nos agarra casi a la fuerza, con la actitud de revolver y cambiar por delante, con su poder... Acá estoy, con las costillas temblando y los ojos cansados como si hubieran visto mil guerras. Con la leve esperanza de tener las suficientes palabras, desde la franqueza, para enfrentarme a lo poco que queda de un enemigo pasivo y distante que ya no duele (y no por intensidad en el dolor, porque éste haya menguado, pues aún es cruel y horrible...) sino porque enrabia, transformado, en algo que puede casi intuirse, percibirse como una masa densa y negra que tiene forma afortunadamente, tras tanto, y que, siendo localizada, igual puede cambiarse... Y quién sabe...
Dicen que después de una gran tormenta el cielo se ve de un azul imposible; de un mágico celeste repleto de calma y que solo con mirarlo, parece que quita con un solo suspiro todas las nubes, resplandeciendo así un sol brillante y puro como nunca...

Si... ya está, ya es hora. Es el tiempo del cambio. El tiempo en que la batalla se extinga y recojan sus muertos los heridos de guerra. La sangre se secará y ya no olerá más... Pero igual aquellas cicatrices no pueden cerrarse nunca.

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Mis mejores deseos para tí:

Que el eterno Sol te ilumine,

que el amor te rodee,
y la luz pura interior
guíe tu camino*

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