Qué extraño es temer a la sangre. No a la sangre que sale al pincharte un dedo. Hablo de la otra sangre. Sangre sagrada. Sangre que brota como catarata de agua pesada y densa. Qué extraño porque duele. Qué extraño porque la añoro aunque la tema. Qué extraño porque su olor no está impregnándolo todo. Qué triste porque las plantas también lo notan. Y duele temerla porque es bien hermosa y lo natural... Y la temo porque me resulta extraño no poder tender al sol mis emociones y dejarlas que crezcan, como flores. Como raíces. Como vidas.
Y no quiero porque ahora sé que soy como la mitad de mí.
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