Las últimas emociones, los últimos retoques, las últimas vueltas...
Nunca volverá a repetirse un año como este, claro. Pero sin duda sé que ha sido la puerta de un mundo que comienza.
Ha sido un año cargado de cosas, de emociones y momentos intensos. En donde he aprendido a querer, aceptar, respetar y a acompañar, como mi mensaje sagrado, la razón del estar aquí (y ahora), y también a saber que quedarme en silencio no significa abandonar, o quedarse quieta, no significa "fracasar" o caerse al pozo... He aprendido a avanzar conociendo mis pautas y mis ciclos, más que nunca. Ha reordenarme y a retomar formas olvidadas para reencontrar mi centro, donde reside mi magia. A compartir todo lo que soy desde la humildad, desde el estar bien con una misma, desde el amor.
Y para eso... He dejado atrás algunos miedos y algunas dudas. Sigo aprendiendo a dejarme cuidar, querer, perdonar, mimar... A aceptar "regalos" que cambian/cambiarán mi vida (y no precisamente por lo material, y no precisamente para mí sola...). Porque nadie nos enseña a querernos, igual que nadie nos enseña a respirar, amar o vivir. He dejado atrás el dolor de la soledad porque he aprendido que mi soledad a veces trae buenas cosas. He dejado atrás las imágenes negativas de mi cuerpo, porque es un templo maravilloso y en él se crea la vida. Y en él habito y habitaré para hacer cosas buenas.
Este año he encontrado la razón de mi existencia, la más grande, la que más completa dentro. Y sobran palabra para explicar mi dicha... Acompañar la vida, trabajar por y para la vida, ser una guerrera incansable del amor y llevar por bandera mi condición de hembra mamifera, ése ha sido el legado que mis antepasadas me dejaron y que he decidido tomar de por vida, al venir a este mundo. Beber de ése copa me ha hecho saberme fuerte, capaz y Diosa. Aunque sea cada vez más difícil explicar eso a un mundo frío, patriarcal y repleto de sombras.
Ésa es mi locura y mi sagrado trabajo... Y muchos y sobretodo muchas, me acompañan en ello. En este urdimbre que nos teje las miradas, los corazones y las formas.
Y con la fuerza de un dragón de agua, que cuida sus tesoros como nadie, que se sumerge en mundos ultramarinos con la valentía de un titan, creo que he encontrado la fórmula de la felicidad compartida. Ésa que sale de lo más hondo de uno y se queda las costillas; la que cuando no sale el sol, hace brillar algo dentro como un infinito cosmos, la que te hace observar los detalles, los matices, las maneras; la que te da alas para salir volando hacia los cielos más coloreados y no huir, sino ver, todo desde arriba y comprender; la que te acaricia los ojos todas las mañanas y te hace tener ilusión por seguir, sabiéndote con el poder más puro que existe: el amor.
Y aunque todos lo que se fueron ya no volverán, aunque me queden huecos que rellenar todavía y este huerto que he plantado tiene que florecer aún, este ha sido un gran año... Un año de grandes sensaciones y laaaaaaaaaaaargas sombras. Un año en el que he sabido mi necesidad más íntima y he conocido mi peor lastre. Un año que dará paso al proyecto de mi vida y que será dar las volteretas necesarias y los pasos más altos para saltar la verja y respirar, por fin, completamente desnuda entre paja. Si, si, si.
Y todos esos cambios que vinieron de golpe... Y todas esas personas que se quedaron atrás... Y todas esas culpas y esas horas de sueño zombie... Y todas aquellas lágrimas... Serán la mejor excusa para poder contemplarme en el espejo y reconocer en aquella mirada mi propia sabiduría.
Gracias 2013, he aprendido mucho de ti. Me voy con el corazón completo.
2014 prepárate :)
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