refugioparaaves*

Llegar a casa.
Soltar bolsos, pesares, pensamientos, zapatos y bufandas. Quedarse a oscuras, sin encender la luz. Respirar hondo.
Encender la luz. Buscar lacajitadelasvelas e ir encendiendo una a una con amor y respeto.
El amor y respeto que procesas por ti misma.
Ir encendiendo velas como quien enciende un faro o algo así.
Con amor hacia tus virtudes y tus buenas cosas.
Con amor a tu nuevo comienzo, justo el de hoy... Si, otra vez. El comienzo*.
Con amor por ti misma que te dueles porque has llorado todo el día, y ya es tarde, y hace frío, y algo pesa fuerte en el alma, y sigues esperando y nada llega y entonces...Entonces estás tú. Tú hermoso ser de este planeta. Tú, criatura maravillosa de ojos brillantes*. Tú, sola, en tu soledad maravillosa. En tu paz balsámica. En tu refugio interior.
Teniendo respeto por todas las decisiones que vas a tomar después de encenderlas;
por todo el coraje que vas a tener a partir de ahora;
por las cicatrices, por los miedos, por los cuidados que te vas a requerir, porque más nada va a importar entonces.
Y comienzas a respirar tranquilar, pausada, lentamente.Comienzas a ver cómo baila la llama y cómo susurra el aire allá afuera, sin que pueda atraparte, sin que vaya a tocarte siquiera.
Miras alrededor y ves, sientes!, que has creado una burbuja, una proyección de paz y equilibrio en una necesidad imperiosa. En un ahogo horrible, frío y lleno de jirones.
Y no sólo son las velas. No sólo las puertas, o las ventanas cerradas. No sólo este montón de muebles y de recuerdos materiales... No sólo ha cambiado algo acá dentro, en este piso cochambroso que se cae a pedazos; algo en ti se ha parado porque tú lo has parado. Algo se ha ido de veras. Al menos, algo empieza a irse...
Qué maravilloso. Qué alimento más rico es el Amor.
Yo soy Amor. Quiero serlo.



Y lo demás...                                                  No importa.
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