MisGolondrinas*

Ha parado el trajin del día y a penas quedan minutos para dormirse. Mis oraciones han terminado. Estoy en calma, en una burbuja de paz sencilla. De pronto, miro mis manos. Estas manos que me soportan y sustentan gran parte de mi mundo. Las veo cansadas. Fuertes. Un poco hinchadas. Casi se quejan... Las endulzo desde mi mirada de madre; son como mis hijas. Mis respuestas al mundo. Las que me ayudan a salir y a entrar. Las fieles valientes, guerreras, tenaces... Y que cuidan y me cuidan, que apenas guardan para si. Que aman, que acarician. A las que exigo y distraigo, y trabajan y trabajan como locas hormigas... Pero crean! Siempre crean y me convencen de ése lenguaje suyo. Ese amor por todo lo que tocan.  Si, son así el resto del tiempo pero... Las miro ahora y descubro que tiemblo. Que me duele verlas, que me duelen. Que está cansadas y se quejan. Y una llora y la otra es como muda. Siempre están. Siempre hacen, deshacen, reciben ordenes, vientos fríos... Siempre aguantan silenciosas, tempestades horribles. Estropeadas, apenas sin uñas, si cuidados especiales, sin nada que las proteja... Aquí están un poco más viejitas que del año que aparentan. Llevo rato pensándolas, creyéndolas enfermas y me preocupab. Están paradas y tan cansadas.. Ya sé que desde hace rato esperan con gran ahinco que unas manos calentitas  las agarren y aunque sea por segundos, abandonarse.
Yo las acurruco encima de mi vientre y casi con un susurro, le pido a mi corazón que les mande un latido de ésos de diástole, que les llene de fuerza y les haga cosquilla el movimiento del respirar de mi vientre. Aún asi, una de ellas, la más pícara, parece me mira pidiéndome razones... Me quedo muda. Me siento indispuesta. Y con una lágrima, un tanto ácida, le digo en voz muy baja: "paciencia, pequeñas, tened paciencia...".