soledadabandonada*

Le había esperado tantas veces... Tantos atardeceres carecieron de sentido sin saber respuesta, sin entender por qué llegaba un punto en que la distancia (en cómplice con la frialdad) ganaba todas las batallas. Le dieron tantos amaneceres esperando una señal, la que fuera, para encontrar el camino que la llevara a donde estuviese... Sin mirar contemplaciones, sin mirar dolores actuales o pasados, sin buscar por qué. Sólo quería ir en su busca, abrazarla... Sólo necesitaba una mirada para comprender que todo lo que había ansiado era algo tan simple, algo tan único. Pero no ocurría. Nunca ocurría... Y entonces pareciera que la buscara en otras caras, en otros gestos, en otras bocas. Bajo las bragas de otra sirena, de otra musa, de otra bruja o de otra mujer. Y hallaba personas cómplices a veces, signos hermosos en ellas, señales sagradas que formaban parte, tras eso, del siempre, pero había una sensación distinta siempre. Algo incompleto. Algo como opaco, sucio, pegajoso... Algo no natural en el fondo. Algo que no era lo que necesitaba, lo que buscaba, lo que quería. La tristeza y el sinsentido se volvía entonces en su contra, y agrandaban etapas de su vida repletas de melancolía e insomnio. Quería fumar, beber, bailar... Y evadirse por fin de algo tan injusto. De algo tan horrible, tan puro, tan palpable en el pecho que era capaz de quitarse trozos de piel a tiras para llegar a su corazón y desactivarlo. Y lo hacía. Se sumergía en días y noches de historias que nada tenían que ver consigo para olvidarse de soñar. Vivía por vivir a ratos... Y éso era todo. Le había esperado tantas veces... Tantas noches, tantas madrugadas en las que su pulso iba parándose por cuanto el sol surgía. Tantas lágrimas... Que su vida parecía silencio. Que a ratos, cuando miraba para atrás, había momentos en los que un vacío extraño invadía las horas. Algo como nada... Vacío y silencio. Y esperar. Y en cambio, ella... nunca, nunca lo supo.