31.10.13

laparedroja*

Con sus grandes ojos me ha mirado, y ha descubierto en mí mi propia tristeza. Ni siquiera me ha preguntado, ni siquiera ha pasado una de sus manos por mi hombro, solo ha señalado mi límite de tiempo y ha pasado junto a mi para sentarse a mi espalda; para clavarme sus feroces ojos en mi nuca.
No me atrevía ni a respirar. Ni siquiera creo que quisiera hacerlo... Solo  he cerrado los ojos y me he puesto a contar bajito, como cuando me da la ansiedad: 10...9...8...7.... Y justo en el número 2 apareció por la puerta los ojos más llenos que podría encontrarme. Sin pestañear, como un juglar, me ha hablado de Dios y ha sonreído. Después, sin saber realmente cómo, se ha esfumado ante mis narices en uno de mis pestañeos.
Entonces ahí he comprobado que ÉL ya se había ido... que mi nuca y mi límite, mi propia tristeza era libre. Y he roto a llorar... A lágrima tendida y moco suelto. Como una niña que ha sido tocada por un ángel después de una gran tragedia...


Y yo no creo en ése Dios, ni en ésos ángeles...
Vaya.



GRACIAS

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Mis mejores deseos para tí:

Que el eterno Sol te ilumine,

que el amor te rodee,
y la luz pura interior
guíe tu camino*

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