Si cierro los ojos puedo elevarme como una de ésas burbujas. Es tan hermosa ésa sensación...
Y a la vez, mi visión, mi cuerpo físico se adapta a estas cuatro paredes cargadas de inciensos, de velas, de color. A la rutina de las horas y del aguantar pacientes el momento de llaves. Pero mi cabeza es poderosa y valiente y se evapora de a ratos. Y me cuenta e imagina... y desea y saborea el deseo de unas manos largas y casi huesudas. Dibujadoras, cálidas, algo valientes... (me habla del) Deseo (de) su fuerza firme en las mías como una continuidad de alegría, como un puñado de olas tibias. Como un deseo lejano de barco pirata, navegando un mar de luna nueva. Como un hilo que me teje a las cosas luminosas, al latido fuerte y denso, a la paz.
No importa la semana de guerra que he batallado. Lejos queda la ansiedad, las cajas y las escaleras. Todo lo malo siempre acaba por irse; tarde o temprano las tormentas se disipan y dan paso a la calma, a la luz, al arco*iris y a las vistas espléndidas de un cielo infinito, que brilla cargado de estrellas, que ayuda a ver el camino a seguir; que espío desde mi trocito de mar cargado de cosas pequeñas pero hermosas, cocochufleta loca, experta en soñar.
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