Motordelmundo*

El aire fresco por la ventanilla del coche me da libertad, me ayuda a pensar más deprisa o mejor, quizá más claro. Quiero repetirme ésa imagen, grabarla con fuego: el novio temblando que mira a la novia echa un flan, entrando por la iglesia toda vestidita de blanco. Bella, radiante iba la novia y su luz era de éxtasis...Y me la quiero repetir porque éso, lejos de toda aquella gente "emperifollada", del cura, la virgen de la esperanza*, las velas, las flores, la música, los nervios... Era, fue, es! una mirada de amor; una mirada que traspasa el alma de quien la mira y al mismo tiempo la toca, de quien recibe ése amor aunque solo sea de pura "chiripa", porque estaba en el lugar adecuado mirando en la dirección concreta, porque estaba ahí viendo cómo los días, las semanas, los meses, de su existencia corría ante sus ojos, como si algo de toda aquella 'celebración de amor' hubiera sido vivida ya por si. Y esa misma mirada, con la lágrima fácil, fue recorriendo el pasillo caminando con la novia hasta volver de nuevo a posarla en el altar. Y el novio suspiró. Yo suspiré y sentí que era verdad, que el tipo de traje rarito de color blanco que nos hacía levantar y decir "amen" cada dos por tres, tenía razón;  que Dios (ése tipo del que todo el mundo habla solo para pedir o del que todos se desentienden cuando algo malo ocurre) estaba alli y nos había bendecido con esa indescriptible mirada, con esa sensación que mostraban los novios de estar en casa cuando se miraban. Y sobran milagros. Sobran  seres todopoderosos, culpabilidad cristiana, hostia consagrada o señores muertos en la cruZ. El amor es (mi) Dios, como sé que lo ha sido en ése justo segundo para todos. Y larga vida...
Acabando el día, en silencio, con la ventanilla bajada y el aire despeinando todos los demás pensamientos (para quedarme solo con ese momento), miro hacia arriba e inevitablemente, doy las gracias...
"Que lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre".