1.8.12

instantesconjuntos*

Todo ha vuelto a encaminarse por una simple llamada. Entonces, un coche rápido y un abrazo. Y tú lo presencias, y ves el amor, y el entendimiento con una mirada, y amas su amor y tú también abrazas. Ellos caminan delante de ti, les ves pasar y entiendes que el miedo se ha ido de un plumazo, con la sencilla delicadeza de una mirada de confianza. Justo la mirada que se espera del otro. Cierras los ojos y agradeces, no sabes muy bien a qué, pero debes agradecer que toda esta mierda haya acabado. Y haces de apoyo, y estés como nunca, como mensajera, como cocinera, como "escuchadora", como la que tiene las palabras adecuadas en un momento tan duro, y valiente, ayudas de verdad, porque lo ves en la cara de tu mejor amiga, sonriéndote, mientras tú lloras y te dice "gracias por ser tan expresiva". Les ves quererse simplemente con las manos, sin necesidad de más. Y todos estos infiernos que han nacido de pronto, se quedan fuera, se van atrás, a estos tres días de mierda que forman pasado. Y mientras se abrazan, se besan... comprendes que sobras y entonces les sonríes y sin decir nada, te vas. Caminando por la calle sigues agradeciendo tener fuerzas en momentos así. Sigues pidiéndote a ti misma tener el suficiente combustible mental para poder dar a otros razones convincentes de seguir. Sigues agradeciendo esta hermosa empatía que a veces te duele cuando no puedes hacer nada por el otro. Y una imagen hermosa, leve, sutil, aparece en tu retina y sonríes. Mandas señales mentales, optas por no mandar otras porque las tecnologías nunca fueron tu fuerte. Confías...
Pasan las horas y esas señales han llegado, quizás estaban también ahí, en la otra parte, y no lo sabías. De repente, llegas a tu cuarto siendo la mujer más fuerte y te derrumbas y lloras, y sientes la rara soledad de aquellos que el mundo cree tienen razones y porqués para todo, y que en el fondo son seres incomprendidos que necesitan mucho más cariño que el resto. O eso crees. Y cataplúm, tila y catala, todo es un mar de lágrimas: el colchón, las sábanas, el pijama, la mesita de noche, la lámpara que cuelga, la puerta... Y el suelo es una lava de fuego que quiere comerte y te traga, de pronto, sin avisos. Y en la última parte, sólo en el segundo exacto de cerrarse el mundo, aparece una lucecita en un teléfono móvil.

"Si tratas bien a la vida, la vida te trata bien". ¿Es eso cierto?
Gracias...

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Mis mejores deseos para tí:

Que el eterno Sol te ilumine,

que el amor te rodee,
y la luz pura interior
guíe tu camino*

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