Cada vez que como dátiles me acuerdo de Eduard, aquella noche calurosa, cuando trajo dátiles con miel. Quedaban dos días para volver a España, y Pape, lo primero que hizo fué mirarnos extrañados, coger un dátil, y lavarlo, porque pensaban estaban malos... Es curioso como no vió que era miel. Su carácter era así, desconfiado. Aún sigo sin entender cómo creyó que los blancos comemos cosas en mal estado... En fin.
Y allá estábamos, hablando en español con un senegales de todas partes, comiendo dátiles, a oscuras, con las estrellas arriba de nuestras cabezas, y un montón de mosquitos alrededor del árbol mango que nos cubría. Felices. Viviendo el momento. Sintiendonos satisfechos con lo poquito que éramos frente a lo gigante del Mundo...
1 comentario:
Buena escritura, con razón te haces llamar “Cronopia” gusto pasar por aquí
saludos
andrés
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