Llevaba música en los oídos para sentir mejor los cuadros de aquel templo blanco que tantas veces había visitado. Escuchaba una melodía todas las veces que asistía a la cita una vez por semana. Una y otra, se repetía su ritual.
Es curioso como el arte saca lo mejor de nosotros. Y cómo con música algunas cosas se sienten mejor.
Aquel hombre pequeñito, cabizbajo, y de mirada separada de este mundo hacia otro mundo, me ha sonreído mientras nos encontrábamos mirando el mismo cuadro en el hermoso templo blanco del río.
Y ha sido precioso
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